‘Jefe los marinos están entrando con gente nuestra para tomar la base;
escóndase porque estos asesinos lo van a querer matar...”
‘Jefe los marinos están entrando con gente nuestra para tomar la base;
escóndase porque estos asesinos lo van a querer matar...”
16/5/25 -
Escrito por : Acosta B - Militante Peronista
- A las 12:30 del jueves 16 de junio de 1955, en un día lluvioso, se cometía el acto de terrorismo más grande en la historia de Argentina. La Fuerza Aérea y la Marina, junto a civiles y eclesiásticos profundamente antiperonistas y antidemocráticos, esperaban la renuncia de Juan Domingo Perón para desatar el caos. Con la excusa de un desfile militar, se dispusieron 30 aviones de la Armada y la Fuerza Aérea, pintados de negro, para bombardear al pueblo que, aterrorizado, veía las enormes aves con sus ruidosos motores vomitar metralla sobre la Plaza de Mayo y sus alrededores.
La Casa Rosada, la sede de la CGT, la central de policía y otros edificios aledaños fueron blanco del ataque. Con la orden de “Hay que matar a Perón”, se lanzaron más de 14 bombas y metralla sobre la multitud. Al menos 300 personas murieron y 800 resultaron heridas: niños que venían del interior con guardapolvo a una visita educativa, trabajadores de la zona, transeúntes y ciudadanos que apoyaban a Perón. Meses después, Perón cedería al tiempo y sería derrocado en septiembre bajo la autodenominada “Revolución Libertadora”, que declararía: “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que, en este bendito país, el hijo del barrendero muera barrendero”.
Pero la historia no termina allí. En medio del caos, se destacaron actos heroicos. Granaderos como Diego Bermúdez y muchos otros defendieron la Casa Rosada, algunos sacrificando su vida. Más de 300 marinos y fuerzas leales respondieron desde distintos puntos: cañonazos, enfrentamientos en Punta Indio y escasas, pero fulgentes, escaramuzas con los insurgentes. El pueblo también defendió la plaza como pudo, mientras la CGT recibía solicitudes para armar a sus miembros, un episodio conocido como la Batalla del Bajo.
A las 16:00, Jorge Alfredo Bassi, junto con Bruzzone y Bonomi, se suicidaron ante el fracaso. Tres aviones sublevados huyeron hacia Uruguay, mientras otros fueron derribados. Entre ellos, destacaron hombres como el Teniente Juan García y una escuadrilla de cazas Gloster que se lanzaron desde la Base de Morón contra una escuadrilla naval en el Río de la Plata.
Ernesto “Muñeco” Adradas cuenta:
“El ‘Muñeco’ se lanzó en picada. El avión enemigo, un North American AT6 Texan, intentó esconderse en las nubes, pero era tarde. Adradas apuntó, disparó y cortó prácticamente el ala del Texan. El piloto naval Armando Román se arrojó en paracaídas y salvó su vida cayendo sobre el río. Como piloto de caza, Adradas había cumplido su misión; lo que no sabía era que su victoria sería ‘pírrica’. De regreso a la base, se bajó de la aeronave, cansado y esperando órdenes, solo para descubrir que los marinos leales estaban tomando la base y que debía esconderse.”
La Base de Morón, leal desde el minuto cero, fue tomada, pero el “Muñeco” cumplió su cometido momentáneamente. Más tarde, defendió a Perón y a la patria durante los ataques del Contraalmirante Rojas en Mar del Plata, aunque la defensa fue aplastada. Finalmente, fue obligado a renunciar y juzgado por “deshonrar a la institución”, a pesar de su heroísmo y lealtad.
Años después, Adradas llegó a Aerolíneas Argentinas como piloto, formando parte de la “Resistencia Peronista”, cumpliendo tareas de correo y alerta desde Argentina hacia Perón exiliado. En junio de 1973, fue condecorado como parte de la tripulación que trajo al General Perón de vuelta del exilio. Su ejemplo demuestra que, incluso en medio de la desidia, el miedo y la desolación, es posible mantener los estribos y la convicción, defendiendo la patria y la justicia sin perder la integridad.